Fue el día de mi cumpleaños, había decidido tomarme el día libre, para eso como ya sabes soy mi propia
jefa. Aun así, me desperté temprano como cada día. Me deshice de la rutina y sus prisas con las que estaba acostumbrada a lidiar cada mañana, con un desayuno sosegado y digno de la mismísima Doña Leticia: zumo de
naranja, café con leche, croissant con mantequilla y mermelada casera. En el fondo que poco
basta para ser feliz, me dije mientras rechupaba los restos de mermelada de arándanos del
dedo índice… Me deleitaba en ese placer de calma y relax, sin la imperiosa necesidad de estar sometida a las exigencias de un reloj, cuando me acordé saltando de la silla, que el plazo para presentar la declaración de la renta,
cumplía ese mismo día. Mientras la rellenaba, me pregunté si podría desgravarme las multas de tráfico, porque claro al fin y al cabo, es un dinero que había pagado al estado. Terminé de rellenarla dejando que esa pregunta fuese respondida por Antonio, mi gestor, unas horas después . Abrí mi correo electrónico. Una veintena
de felicitaciones más otras tantas en el libro de caras (Facebook) contribuyeron junto al desayuno que la mañana fuese redonda. Hasta el señor cura me había felicitado “Felicidades, que Dios la
bendiga” Si como lo estás leyendo, el
mismísimo señor cura. Ave María purísima,
¿pero de donde había salido este hombre.?
Vaya remordimientos, y pensar que hacía solo unos minutos había marcado la cruz de la declaración de la renta en la casilla para otros fines. Como iba a imaginarme que los pastores de la iglesia estaban tan al día con las redes sociales. Y que Don Ceslestino, iba a tener el detalle de bendecirme por mi cumpleaños. Le agradecí el gesto y fabulé que esa felicitación había sido una señal del gran día que me esperaba.
Vaya remordimientos, y pensar que hacía solo unos minutos había marcado la cruz de la declaración de la renta en la casilla para otros fines. Como iba a imaginarme que los pastores de la iglesia estaban tan al día con las redes sociales. Y que Don Ceslestino, iba a tener el detalle de bendecirme por mi cumpleaños. Le agradecí el gesto y fabulé que esa felicitación había sido una señal del gran día que me esperaba.
A punto estaba de salir de casa cuando
sonó el teléfono. Era Alberto, mi novio.
-Que sí cariño, no te
preocupes que no se me olvida presentar
la declaración… vale.
-A ha… yo también te
quiero.
-Que sí, mucho.
-Cuelga
-No, cuelga tú…
-No, tuuuu
-¡Que cuelgues coño, Ay
cariño que empalagoso te pones mientras más bulla tengo! ¡Que me voy pa mango,
que esta noche es la cena y no tengo na que ponerme! ¡Ay que stress! y encima
mi prima nos presenta esta noche a su
nuevo novio…
Subí al coche, mientras me debatía en
donde iría primero, al gestor o al Centro Comercial. Enseguida me vino al
pensamiento la voz de la abuela y aquella frase suya tan recurrida “la
obligación es antes que la devoción”. Santa palabra, me dije y arranqué el motor
camino del despacho. Recuerdo que estaba a tan solo una manzana de la oficina,
cuando de pronto me vi en la necesidad de frenar con urgencia. Seguro que solo habían
sido unos segundos los que habían pasado sin que me hubiese dado tiempo a
reaccionar, pero los suficientes para que el coche no frenase a tiempo y
colisionase con el de delante. ¡Tierra trágame, era un coche de la
guardia civil! Madre mía pensé, está multa no me la quita ni Dios.
Vi salir a un agente del coche patrulla, sin moverme del asiento.Su pareja hablaba por el movil sentado en el asiento del copiloto. ¡Ufff la que me iba a caer encima!!!! Me dije nerviosa. Dicen que ante una situación de peligro, las personas reaccionamos de dos formas distintas, o bien se vienen abajo, bloqueando toda oportunidad de reacción o bien, se envalentonan y sacan recursos de respuestas que ellos, ellas mismas desconocían. Yo era una de estas últimas . Ni yo misma me explico, de donde me salió el valor para salir del coche tan crecida y con mis armas de mujer a flor de piel, pero sobre todo, de donde me salió aquel discurso…Me alegré de haberme puesto la camisa blanca, marcaba mi cintura y su escote era generoso.
¡Como lo siento!, le dije a medida que nos acercábamos. Advertí, como sus ojos se clavaron en mi camisa blanca justo a la altura de mis pechos, nada más encontrarnos frente a frente. ¡Bravo! aplaudí para mis adentros, al comprobar como la rigidez de su boca se iba relajando a medida que le explicaba que reconocía que no había frenado a tiempo, por que conducía presa de las prisas , que era miembro activo de una Organización gubernamental y que en media hora tenía que estar en el aeropuerto para coger un vuelo en dirección a Togo para una misión humanitaria. terminé de exponer aquel "habersicuela" pliego de descargo oral ante aquel distante uniformado sin mucha fe; así que mi sorpresa cuando le oí pronunciarse fue mayuscula.
-No se preocupe usted señorita, no se tendrá en cuenta el incidente. El deber es el deber, su misión humanitaria la espera. Circule usted lo antes posible, por favor.
Vi salir a un agente del coche patrulla, sin moverme del asiento.Su pareja hablaba por el movil sentado en el asiento del copiloto. ¡Ufff la que me iba a caer encima!!!! Me dije nerviosa. Dicen que ante una situación de peligro, las personas reaccionamos de dos formas distintas, o bien se vienen abajo, bloqueando toda oportunidad de reacción o bien, se envalentonan y sacan recursos de respuestas que ellos, ellas mismas desconocían. Yo era una de estas últimas . Ni yo misma me explico, de donde me salió el valor para salir del coche tan crecida y con mis armas de mujer a flor de piel, pero sobre todo, de donde me salió aquel discurso…Me alegré de haberme puesto la camisa blanca, marcaba mi cintura y su escote era generoso.
¡Como lo siento!, le dije a medida que nos acercábamos. Advertí, como sus ojos se clavaron en mi camisa blanca justo a la altura de mis pechos, nada más encontrarnos frente a frente. ¡Bravo! aplaudí para mis adentros, al comprobar como la rigidez de su boca se iba relajando a medida que le explicaba que reconocía que no había frenado a tiempo, por que conducía presa de las prisas , que era miembro activo de una Organización gubernamental y que en media hora tenía que estar en el aeropuerto para coger un vuelo en dirección a Togo para una misión humanitaria. terminé de exponer aquel "habersicuela" pliego de descargo oral ante aquel distante uniformado sin mucha fe; así que mi sorpresa cuando le oí pronunciarse fue mayuscula.
-No se preocupe usted señorita, no se tendrá en cuenta el incidente. El deber es el deber, su misión humanitaria la espera. Circule usted lo antes posible, por favor.
Pero como había sido capaz de soltar
aquella trola, a riesgo de que hubiese sido descubierta, multada, detenida…Ya me lo decía mi tia abuela, de chica:¡ esta niña tiene madera de actriz! Me monte en el coche, aguantando la respiración , arranqué el motor e inicie la marcha . Miré por el espejo retrovisor y como la imagen del guardia civil se iba iba haciendo pequeña a la vez que avanzaba. Llegué a La gestoria enseguida, estaba cerca, a tan solo unos metros del lugar del incidente.Mientras busqué aparcamiento, solté toda la tensión acumulada cantando a grito pelado la canción que sonaba en esos momentos en la rádio, de Celtas cortos." Cuentame un cuento y veras que contento, me voy a la cama y tengo lindos sueños..."Pensé en el agente.
Aparqué al fin y llegué a la gestoria.Antonio, el administrador no se encontraba, para variar.Le dejé a Nieves, su ayudante, la declaración de la renta y el recado de que me llamará para hacerle una consulta. El medio día en el centro comercial, y parte de la tarde me hicieron olvidar el percance . Llegué a casa. Todo permanecía en silencio, Roberto aún no había llegado. Solté las bolsas de las compras en la entrada y me fui desprendiéndo de la ropa por el pasillo camino del baño. Tan solo quedaba por quitarme las bragas y el sujetador cuando me di la media vuelta,decidí poner música para que me acompañara en el ritual de acicalamiento. Llegué al salon estaba oscuro, a tientas pulsé el interruptor de la luz y… ¡sorpresa!¡Tierra trágame! Allí estaba Roberto, y todos los amigos con los que habíamos quedado para celebrar mi cumpleaños. La sorpresa se la llevaron ellos, al verme de esa guisa. Nadie pronunció palabra alguna. Sus caras eran auténticos poemas y reflejos atónitos de la mía. Tan solo un ahora vuelvo, me atreví a decir. Pasó más de media hora desde que me decidíera volver al salón de nuevo. El ambiente parecía distendido, Roberto, era un buen anfitrión y había conseguido con su particular sentido del humor que ya nadie se acordase del episodio del strepstis. Andaba allí, entre medios de todos- as, contando una de sus divertidas ocurrencias.
-Si hago el amor con mi pareja en el transporte público eso quiere decir que soy metro sexual? Me acerqué a ellos, mi prima fue la primera en darse cuenta de mi presencia y en darme un caluroso abrazo. Su acompañante estaba de espaldas, se giró y un nuevo ¡tierra trágame! llegó sin avisar, al descubrir que su novio era el guardia civil que me había dado permiso a viajar en misión humanitaria a Togo.
Aparqué al fin y llegué a la gestoria.Antonio, el administrador no se encontraba, para variar.Le dejé a Nieves, su ayudante, la declaración de la renta y el recado de que me llamará para hacerle una consulta. El medio día en el centro comercial, y parte de la tarde me hicieron olvidar el percance . Llegué a casa. Todo permanecía en silencio, Roberto aún no había llegado. Solté las bolsas de las compras en la entrada y me fui desprendiéndo de la ropa por el pasillo camino del baño. Tan solo quedaba por quitarme las bragas y el sujetador cuando me di la media vuelta,decidí poner música para que me acompañara en el ritual de acicalamiento. Llegué al salon estaba oscuro, a tientas pulsé el interruptor de la luz y… ¡sorpresa!¡Tierra trágame! Allí estaba Roberto, y todos los amigos con los que habíamos quedado para celebrar mi cumpleaños. La sorpresa se la llevaron ellos, al verme de esa guisa. Nadie pronunció palabra alguna. Sus caras eran auténticos poemas y reflejos atónitos de la mía. Tan solo un ahora vuelvo, me atreví a decir. Pasó más de media hora desde que me decidíera volver al salón de nuevo. El ambiente parecía distendido, Roberto, era un buen anfitrión y había conseguido con su particular sentido del humor que ya nadie se acordase del episodio del strepstis. Andaba allí, entre medios de todos- as, contando una de sus divertidas ocurrencias.
-Si hago el amor con mi pareja en el transporte público eso quiere decir que soy metro sexual? Me acerqué a ellos, mi prima fue la primera en darse cuenta de mi presencia y en darme un caluroso abrazo. Su acompañante estaba de espaldas, se giró y un nuevo ¡tierra trágame! llegó sin avisar, al descubrir que su novio era el guardia civil que me había dado permiso a viajar en misión humanitaria a Togo.
Había comenzado el día bendecida y bendecida lo terminé El
novio de mi prima se lo tomó de la mejor de las maneras. La fiesta genial, se te hechó de menos.
Bendiciones para ti, querida amiga.
Te quiero:Celia
Bendiciones para ti, querida amiga.
Te quiero:Celia
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