A ti, mí querida Mila:
Naciste
después de mí. Yo ya llevaba dos años en este mundo cuando llegaste tú y
paradojas de la vida, te pusieron el nombre de Milagros
aunque pronto te lo acortamos y te empezamos a llamar Mila.
Naciste con una discapacidad. Tu espalda no se había desarrollado completamente durante el embarazo, y eso te impediría andar, y mover cualquier parte del cuerpo, salvo la cabeza.
Naciste con una discapacidad. Tu espalda no se había desarrollado completamente durante el embarazo, y eso te impediría andar, y mover cualquier parte del cuerpo, salvo la cabeza.
Apenas
éramos unas niñas cuando mama murió de cáncer de pecho. La culpa de traerte así
a este mundo la devoró y se la llevó.
Papa al enviudar y verse frente el panorama que tenía delante, dos niñas
de corta edad y una de ellas discapacitada, se agobió. No pudo hacer frente a
la situación, así que aprovechó la crisis de los años 60 para emigrar a
Alemania, de donde ya no vino. Aunque eso sí, cada mes rigurosamente mandaba un
cuantioso giro postal para nuestros cuidados. A pesar de todo tu solías decir
de él.
Es su manera de decirnos que nos quiere, no sabe hacerlo de otra manera.
Es su manera de decirnos que nos quiere, no sabe hacerlo de otra manera.
Y así ha
debido de ser, porque no dejamos ni un solo mes de recibir sus muestras de
cariño, incluso dos días antes de su muerte, recibimos su último giro.
Nuestra
abuela, una mujer curtida por los cientos de avatares que le toco vivir y la
crianza de siete hijos a las espaldas, fue quien cogió las riendas de la casa y
de nuestras vidas. Nos acostumbramos pronto a ella, al olor de sus pucheros, a
sus silencios al principio, y a aquellas coplas mañaneras que comenzó a entonar
tiempo después, mientras hacía las
labores domésticas. Día a día, nos hicimos a esa fortaleza suya que con su
ejemplo nos comenzó a transmitir. Nos
habituamos a sus sabias palabras, a sus regañinas y al calor de sus abrazos.
La recuerdo especialmente aquel día, cuando
enfadada contigo por tener que empujar tu sillita hasta la calle y dejarte en
la acera para que te entretuvieras
mirando como mis amigas y yo jugábamos a la rayuela, o saltábamos a la comba, me
dijo unas palabras, donde parece que su estela quedó flotando en el aire
durante todo este tiempo, esperando a que las comprendiera. Ahora entiendo, que
mi enfado no era por ti ni siquiera era
un enfado parecido al de las otras niñas, que se disgustaban cuando sus madres
la hacían cargar con los hermanos –as pequeños-as. Mi enfado era con el mundo
entero, con mama y papa por irse y dejarnos sin su amor y protección, mi enfado
era conmigo misma por no poder hacer nada por ayudar a mí hermana pequeña a que
sus piernas dejaran de estar quietas y saltaran a la comba, permitiéndola correr a la par de mis amigas y de mí.
Con el tiempo ese enfado se ha ido diluyendo y
ha dado paso a descubrir, aceptar y valorar el hecho de que si la vida se llevó
a nuestros padres, a cambio me regaló la oportunidad de vivir a tu lado y de
disfrutar y aprender de ti. También me obsequio con una hermosa infancia a
pesar de todo, gracias al buen hacer de
la abuela, donde todavía resuenan
aquellas palabras suyas en mi oído:
-Blanca, no
te enfades. Tu hermana es un regalo del
cielo, ha venido a enseñarte muchas cosas de la vida.
Yo en
aquellos días, a mi corta edad, no entendía que me quería decir con aquello.
Y ahora,
cuando te escribo esta carta Mila, te digo, ¡cuánta razón tenían aquellas
palabras de la abuela!
No sé si es
tu caminar pausado en esa silla, a la que estas atada de por vida o es por esa
belleza de tu alma, que ves lo hermoso de la vida en cualquier rincón, pues ni
tu limitación te impide valorarla y
vivirla intensamente.
Hay tanto
amor dentro de ti, que ves amor en todas
partes.
Me gusta
verte rodeada de tus geranios, de tus buganvillas, de tu jazmín, Me rio al recordar cómo le hablas e incluso en
más de una ocasión te he visto cantarles tus canciones favoritas y aunque no las puedas regar o podar, parecieran
entenderte, pues nuestro patio parece una postal de esas que venden en los
suvenires de los patios de Córdoba, tan florecido.
En los días en que la puerta de la entrada de la casa está
abierta y desde la calle se ven las
hermosas plantas, más de una persona se ha parado a contemplarlo y embelesado
ha querido plasmar esa belleza de las flores fotografiándolo.
El
día que la abuela murió cogí el relevo en tu cuidado. No voy a negarte, en que hay días que se me hacen
más cuesta arriba que otros, sé que aunque no te diga nada, tú te das cuenta de
mí esfuerzo y como quien no quiere la
cosa, me vas enredando poco a poco en tu
aura. Me cuentas de tus días, de tus
sentimientos, de tus sueños. Me preguntas curiosa, que se siente ante el primer beso o me pides
que te ponga frente al espejo y te pruebe algunos de mis zapatos de tacón y así, enredada ya del todo, acabamos muertas de
la risa y acordándonos de todas las
anécdotas divertidas que se nos viene a la cabeza. Sabes cómo tirar de mí hacía
arriba, antes de que toque fondo. Entonces ya no veo tu silla ni tu cuerpo
inerte sentado en ella, te veo tal como eres, muy grande e importante en mi vida,
tanto como un Milagro.
No escribo esta carta a la mujer que ahora
eres, sino a la niña que un día fuiste y que
aun veo reflejada en ti.
Tenemos
tanta complicidad que no se si te lo he dicho en alguna ocasión querida hermana pues siento que no podría haber
elegido una compañera de viaje para esta vida, mejor que tú.
Cuantas cosas de ti se han perdido mama y papa y lo orgullosos que estarían al conocer la gran persona que eres. Solo pido al cielo que estemos muchos años más, juntas para que pueda seguir aprendiendo de ti.
Tú hermana que te adora
Cuantas cosas de ti se han perdido mama y papa y lo orgullosos que estarían al conocer la gran persona que eres. Solo pido al cielo que estemos muchos años más, juntas para que pueda seguir aprendiendo de ti.
Tú hermana que te adora
Blanca.
Nerja 11 de febrero de 2013
Nerja 11 de febrero de 2013
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