lunes, 11 de agosto de 2014

CARTA DISCAPACITADA

A ti, mí querida Mila:
                                          
Naciste después de mí. Yo ya llevaba dos años en este mundo cuando llegaste tú y paradojas de la vida, te pusieron el nombre de Milagros aunque pronto te lo acortamos y te empezamos a llamar Mila.
Naciste con una discapacidad. Tu espalda no se había desarrollado completamente durante el embarazo, y eso te impediría andar, y mover cualquier parte del cuerpo, salvo la cabeza.
Apenas éramos unas niñas cuando mama murió de cáncer de pecho. La culpa de traerte así a este mundo la devoró y se la llevó. 
                                                                       
Papa al enviudar y verse frente el panorama que tenía delante, dos niñas de corta edad y una de ellas discapacitada, se agobió. No pudo hacer frente a la situación, así que aprovechó la crisis de los años 60 para emigrar a Alemania, de donde ya no vino. Aunque eso sí, cada mes rigurosamente mandaba un cuantioso giro postal para nuestros cuidados. A pesar de todo tu solías decir de él.

Es su manera de decirnos que nos quiere, no sabe hacerlo de otra manera.
Y así ha debido de ser, porque no dejamos ni un solo mes de recibir sus muestras de cariño, incluso dos días antes de su muerte, recibimos su último giro.
Nuestra abuela, una mujer curtida por los cientos de avatares que le toco vivir y la crianza de siete hijos a las espaldas, fue quien cogió las riendas de la casa y de nuestras vidas. Nos acostumbramos pronto a ella, al olor de sus pucheros, a sus silencios al principio, y a aquellas coplas mañaneras que comenzó a entonar tiempo después,  mientras hacía las labores domésticas. Día a día, nos hicimos a esa fortaleza suya que con su ejemplo  nos comenzó a transmitir. Nos habituamos a sus sabias palabras, a sus regañinas y al calor de sus abrazos.                                                                            
La recuerdo especialmente aquel día, cuando enfadada contigo por tener que empujar tu sillita hasta la calle y dejarte en la acera  para que te entretuvieras mirando como mis amigas y yo jugábamos a la rayuela, o saltábamos a la comba, me dijo unas palabras, donde parece que su estela quedó flotando en el aire durante todo este tiempo, esperando a que las comprendiera. Ahora entiendo, que mi enfado  no era por ti ni siquiera era un enfado parecido al de las otras niñas, que se disgustaban cuando sus madres la hacían cargar con los hermanos –as pequeños-as. Mi enfado era con el mundo entero, con mama y papa por irse y dejarnos sin su amor y protección, mi enfado era conmigo misma por no poder hacer nada por ayudar a mí hermana pequeña a que sus piernas dejaran de estar quietas y saltaran a la comba, permitiéndola  correr a la par de mis amigas y de mí.                
Con el tiempo ese enfado se ha ido diluyendo y ha dado paso a descubrir, aceptar y valorar el hecho de que si la vida se llevó a nuestros padres, a cambio  me  regaló la oportunidad de vivir a tu lado y de disfrutar y aprender de ti. También me obsequio con una hermosa infancia a pesar de todo,  gracias al buen hacer de la abuela, donde  todavía resuenan aquellas  palabras suyas en mi oído:
-Blanca, no te enfades.  Tu hermana es un regalo del cielo, ha venido a enseñarte muchas cosas de la vida.
Yo en aquellos días, a mi corta edad, no entendía que me quería decir con aquello.
Y ahora, cuando te escribo esta carta Mila, te digo, ¡cuánta razón tenían aquellas palabras de la abuela!
No sé si es tu caminar pausado en esa silla, a la que estas atada de por vida o es por esa belleza de tu alma, que ves lo hermoso de la vida en cualquier rincón, pues ni tu limitación  te impide valorarla y vivirla intensamente.
Hay tanto amor dentro  de ti, que ves amor en todas partes.
Me gusta verte  rodeada de tus geranios, de tus  buganvillas, de tu jazmín,  Me rio al recordar cómo le hablas e incluso en más de una ocasión te he visto cantarles tus canciones favoritas  y aunque no las puedas regar o podar, parecieran entenderte, pues nuestro patio parece una postal de esas que venden en los suvenires de los patios de Córdoba, tan florecido.
En los días en que la puerta de la entrada de la casa está abierta y desde la calle se ven  las hermosas plantas, más de una persona se ha parado a contemplarlo y embelesado ha querido plasmar esa belleza de las flores fotografiándolo.                                                                                                     
El día que la abuela murió cogí el relevo en tu cuidado.  No voy a negarte, en que hay días que se me hacen más cuesta arriba que otros, sé que aunque no te diga nada, tú te das cuenta de mí esfuerzo  y como quien no quiere la cosa, me vas  enredando poco a poco en tu aura. Me cuentas de  tus días, de tus sentimientos, de tus sueños. Me preguntas curiosa,  que se siente ante el primer beso o me pides que te ponga frente al espejo y te pruebe algunos de mis zapatos de tacón  y así, enredada ya del todo, acabamos muertas de la  risa y acordándonos de todas las anécdotas divertidas que se nos viene a la cabeza. Sabes cómo tirar de mí hacía arriba, antes de que toque fondo. Entonces ya no veo tu silla ni tu cuerpo inerte sentado en ella, te veo tal como eres, muy grande e importante en mi vida, tanto como un Milagro.                                                                
No escribo esta carta a la mujer que ahora eres, sino a la niña que un día fuiste y que  aun veo reflejada en ti.                                                                                                            
Tenemos tanta complicidad que no se si te lo he dicho en alguna ocasión querida  hermana pues siento que no podría haber elegido una compañera de viaje para esta vida, mejor que tú.

Cuantas cosas de ti se han perdido mama y papa y lo orgullosos que estarían al conocer la gran persona que eres.  Solo pido al cielo que estemos muchos años más, juntas para que pueda seguir aprendiendo de ti.                      
                                                                                                           
Tú hermana que te adora
Blanca.

 Nerja 11 de febrero de 2013

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